Caperucita Roja

Cuento clásico de Charles Perrault

Caperucita era una niña muy alegre y simpática que tenía unos ojos muy grandes y cabellos rizados. Su madre le había hecho una caperuza colorada para pasear y por eso, la llamaban Caperucita Roja.

Caperucita ayudaba a su madre en todo lo que podía, sobre todo si con ellos tenía que salir de la aldea y cruzar el bosque. Le gustaba ver y oler las flores, oír cómo trinaban los pájaros y cómo croaban las ranas de las charcas.

Una mañana, la madre de Caperucita le dio una bonita cesta con comida y regalos y le dijo:

- Caperucita, ve a casa de la abuelita a llevarle todo esto. Está enferma y necesita que le hagas compañía.

La niña se puso muy contenta, pues le encantaba visitar a su abuela, que vivía al otro lado del bosque.

Dando saltos de alegría, se fue a la casa de la abuelita.

Cuando Caperucita entró en la casa, vio que tenía unas orejas muy largas, un hocico muy negro, unas uñas que parecían garras y unos colmillos muy grandes.

- ¡Oh!, abuelita. ¡Qué manos tan grandes tienes!

- Exclamo extrañada Caperucita.

- Son para acariciarte mejor – contestó con voz dulce el lobo.

- Abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes! – siguió asombrada Caperucita.

- Son para oírte mejor, pequeña mía – contestó el lobo.

- Abuelita, ¡qué dientes… qué dientes más grandes tienes!

- Tartamudeó la niña, mientras se fijaba en los afilados colmillos.

- ¡Ea, son para comerte mejor! – dijo el lobo. Y se la comió.

Acertó a pasar en ese instante un cazador, que vio lo que ocurría por la ventana.

Con su escopeta mató al malísimo lobo y abriéndole la barriga salvó a Caperucita y a la abuelita.

Las dos le dieron muy contentas las gracias y le invitaron a compartir la comida y los regalos de la cesta.

Caperucita aprendió una gran lección con lo sucedido:

En el bosque debes tener mucho cuidado

Si te encuentras con un lobo malo.